02 Mar
02Mar

Tomando su mano izquierda, con su propia zurda, palma con palma, y cerrando esta acción colocando su mano derecha sobre el dorso. Los ojos se le empañan, como si de una ventana golpeada por la lluvia se tratara.


- Adela, mi amor. Verte aquí, conectada, y a la vez apagada, me hace no reconocerte. Se muy bien lo que me dirías:

- Vamos Pedro, que no se diga. ¡Levanta ese ánimo! Que esto no es nada, comparado con todo lo que hemos pasado. Ahora toca ser valientes y tomar la decisión correcta.

- Pero Adela. Yo no tengo el coraje y la fuerza que tú tienes. Solo de pensar que te voy a perder. Me quedo sin aire. Porque tú eres mi oxígeno, mi energía, mi todo. Sí, ya sé cuál es tu opinión:

- ¡Por Dios Pedro! Pero mira que eres dramático.

- ¿Cuantas veces me lo habrás dicho?

En el pasillo espera el equipo médico. Le han dado un poco de espacio, tras informarle de que hicieron todo lo que pudieron por su esposa. Tras un último beso en su frente, se alejó de ella y enjugando sus lágrimas, accedió a reunirse con ellos.


- Gracias por su paciencia. Mi mujer siempre ha sido partidaria de la donación de órganos. Y no le gustaría mantener artificialmente la vida.

- Muchas gracias, ponemos en marcha todo el protocolo.

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