02 Feb
02Feb

En ese instante, la muerte de los sentidos precedía, como no podría ser de otra forma, a su resurrección. El oxígeno se confunde al cambiar de pulmones. El húmedo sabor de tu hablar navega y encuentra puerto en mi. La serpeante invasora que envías es interceptada. En su lucha no se aprecia vencedor. Lo que antes era yo, ahora es tú, y viceversa.


Los peces de mis manos caen en la red de tu cabello, y al notar su arrastre es tu cráneo el que cede. Abriendo a la luz la blanca pátina de tu cuello. Destino siguiente de mis incursiones.


Ánimo recobran mis tropas de asalto al oír como tus palabras niegan la negativa. Y es ese hueco que existe entre clavas, que tengo el descanso necesario. Mientras horizontalmente me traslado hasta el monte derecho coronado por cilindros y redondas galletas de fresa. Un sabor que no es reconocible al ser salado, pero que por nada quiero abandonar. Más bien al contrario, combinando el este y el oeste.


Y es que en el tono de tu voz reflejas tu sentir. A pesar de lo acelerado y opresor que resulta mi asalto. Ahora es mi red la que siente tu empuje. Marcando el destino que esperas. El camino que he de seguir en mi exploración. La brújula marca al sur.


Obedecen mis tropas a pesar de no ser tuyas. Y en el centro de tu meseta, el hoyo que me llama, en ti produce carcajadas. Y digo yo, la guerra no es cosa de risas. Por lo que envío mi diestra a recordar los montes que acabo de abandonar, y mientras, la siniestra llega a la pradera, próxima parada de mi recorrido. Y con la mezcla de nuestra sal me alimento para pasar de la pradera a los valles húmedos que más al sur se encuentran. Y en un rápido vistazo veo tu media mueca ¿Qué más señal quiero? No erré en el destino.

Son ahora tus columnas las que abrigan mis hombros. Dando franco acceso a lo que sin duda es el plato del día. ¿Acaso podría obviar tal invitación? No lo creo. Mis papilas olfativas marcan la ruta a las gustativas. En el estreno yo detecto la mezcla entre lo dulce y salado. Mientras mis falanges se abren paso en una batalla nunca antes vista. Otra vez tus afirmaciones repetidas aumentando en decibelios. Y en mi melena tus extremidades superiores más extremas, se aferran.

Acaso la lucha con la protuberancia sea la causa, acaso la invasión de las falanges, que arremeten con cadencia calculada. Pero al sentir tal pasión me hace seguir en el intento de lograr tu plena rendición.

Es tu vientre el que da la primera señal. Y el empuje que recibe el asaltante, lo que me da la pista. Son los resoplidos y el torcido gesto de tu cuello, que va hasta el punto imposible a 180º. Te has rendido. No cabe duda.

Mi vertical se abraza a tu marmolea columna izquierda. Me sostengo en ella mientras veo, observo, admiro el terreno ganado y la victoriosa imagen del enemigo derrotado. Caigo a tu lado, sintiendo, ahora sí, el dulce sabor de la fresa. Mientras reordeno lo que fuera peinado, ahora madeja enmarañada. Tocaría saber de otras batallas. Pero para eso, espero el contraataque.

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