16 Jan
16Jan

Negro. Negro era el fondo del tapiz que el cielo tejía frente a mi. Salpicando con puntos blancos, lejanos soles que llegan a mi retina años más tarde de su explosión.


Solo con la sombra de Selene pude ver el final del panel que se me presentaba. Y la oscuridad dio paso a la penumbra. Ligeros cúmulos cual algodón, se posaban sobre mi. Mas, cuando el silbido se hizo presencia los disipó. Tan rápido como llegaron.


En el balanceo de las sombras, se divisaba el zarpar de rudos hombres casados con la mar. Y por fin un fino hilo dorado marcó el fin y el principio. Tornando a anaranjado, al tiempo que crecía su espesor.


En el centro. Justo ahí, apareció el astro rey. Primero en señal de arco, y más tarde como circunferencia plena. Con ello se alzó y la luz se expandió, dando permiso a los cantarines voladores a hacer acto de presencia.


Todo un espectáculo para la vista y el oído. Protagonizando un momento maravilloso, que día a día se brinda a quienes se detengan a observar, escuchar y respirar.

Comentarios
* No se publicará la dirección de correo electrónico en el sitio web.